domingo, 27 de mayo de 2007

Destino

Se conocieron por casualidad. La lluvia los acerco como siempre lo hace al llamar a los enamorados a refugiarse.
Él dejo país pero ella no de pensarlo. Sus caminos se cruzaron una vez mas tarde.Él con otra, ella sola y reprimiendo los celos que le provocaba la blonda compañía.
Pero por mas que quisieran no podían, él partiría de nuevo.
Se mantenían en contacto, sus cartas tenían la complicidad dueña de pasión.
Los colores , las formas y los lugares con los años fueron cambiando pero nunca dejaron de quererse.
Sus historias los mantenían unidos con unos meses de intermitencia. Confesiones nunca hechas estrechaban las distancia y las ganas de estar juntos se hacian cada vez mas grandes, tan grandes como ese océano que los separaba.
Ella pensaba en él y al día siguiente recibía noticias.
Él estaba en los recuerdos de aquella noche de verano y de la lluvia complice.
Ella flotaba junto al aire que a él lo rodeaba.
Las cartas se hicieron mas seguidas anticipando el momento de su llegada.
Él se encontraba ya en la ciudad hacia unos días pero no se comunicaban. Una noche por sorpresa quedaron en verse.
Fueron a un café lleno de colores como sus miradas en el momento del verse.
Las palabras volaban y ellos no querían irse.
Oscureció y el turno le toco a un bar bajo las estrellas.
Compraron libros en la tienda vecina, tomaron vino y comieron queso.
En la terraza del bar un ventarrón los sorprendió tirando las copas de vino sobre los libros recién comprados y el intento de salvarlos de la mancha tinta los encontró en un primer beso. La luna brillaba con fuerza sobre sus almas.
Al día siguiente volvieron al café de siempre. La tarde los halló acurrucados en el sillón borravino.
Las risas inundaron el lugar, los colores de sus vestimentas pintaron las paredes del lugar y el reloj se empeñaba por adelantarse a la marcha de la charla, de los inventos que salían de sus bocas y de la curiosidad que sentían el uno por el otro. El tiempo le quedaba chico a la felicidad de encontrarse un invierno entre muros en compañía de un Capuccino, de galletas y del otro.
Él tarareaba la melodia que acompañaba el relato de una historia que deseaba ser cumplida en el futuro.
Cinco años de espera llevaron a que en solo tres días él la llevara, ella lo acompañara y tocaran cielo.
Pero el momento de la partida llego. Él no se despidió, solo se llevo la imagen de ella mirando a traves de las rejas de la ventana, esperándolo impaciente.

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